miércoles, 4 de enero de 2012

Mnemosine de la teta (guerra de imaginarios)




 


La teta guerrillera

Este texto lo escribimos Joussette Rivodó y yo, juntos, revueltos y revolcados. Se lo dedicamos a Mauricio y a las mujeres guerrilleras de Lactarte.
A la izquierda Miliciana de Waswalito Matagalpa, fotografía de Orlando Valenzuela,1982. A la derecha imagen del Comando Estratégico María Moñitos; fotografía de Gustavo Marcano y Argelia Bravo.




Otra imagen subversiva: una mujer amamantando. Contra esa imagen atentan: 1) las trasnacionales de la alimentación y la industria farmacéutica; 2) el sistema médico asistencialista y alopático; 3) el burocratismo en todas sus formas; 4) las industrias del diseño y de la comunicación; 5) el sentido común noroccidental desarrollista, que se manifiesta en el cuerpo y en las relaciones de poder de los núcleos familiares. En menos de un siglo la teta fue sustituida por la mamila, el tetero, el chupón, las fórmulas lácteas infantiles, los químicos enriquecidos con más químicos, los medicamentos anticólicos, los que aportan hierro y vitaminas, las vacunas, las tetas-mercancía, etc.

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Que lo sepa no na´más el que lo sabe, que lo sepa todo el mundo; que no está de moda ni es lo mejor: es lo que tiene que pasar, lo natural. ¿Que quién lo dice? La única voz autorizada: me lo dicen tus ojos, tus deditos gordos; me lo dice el ritmo de tu cuerpo que no está domado ni se inaugura en el mercado. Que se sepa, que todo el mundo lo recuerde o lo reaprenda, que nadie lo reprima ni lo reprenda, que para dar teta no hay zonas, ni autobuses, ni baños, ni estacionamientos, no hay horarios ni recetas.

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Amamantar subvierte el orden del poder: es una amenaza para Wall Street. Nos regresa a la naturaleza, es decir, al caos y al misterio —que es conciencia de los límites morales y cognitivos—; nos regresa a Ishtar y a Isis, a la leche de Hera (la Vía Láctea) y a la venus de Tacarigua. Pero también nos regresa a las utopías humanistas (sobre todo a las fracasadas), al eros del cristianismo y a la antigua noción de caridad (no entendida como benevolencia sino como amor proxi, amor al otro).

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Que se le olvide a todo el mundo lo que la famosa marquita nos metió en la cabeza, en nombre del progreso o del desarrollo, y con mucha elegancia: que no se puede saber cuánto toma, que si le sigues dando explota porque no sabe sino mamar, que lo vas a malcriar, lo vas a hacer un tetodependiente; que no te sale suficiente leche, que la teta no lo alimenta y por eso llora, métele un tetero que se va a morir de hambre; cómo sabes que lo que quiere es teta, mija, dale tetero porque no vas a poder dormir y quién se aguanta eso. Que si tienes gripe no le des, ponte un sostén bien apretado, lávate los pezones siempre con jabón y agua hervida antes de darle, y después también, uno no sabe; que cuándo es que va a empezar a comer comida de verdad, y bla bla bla…

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Si Occidente (la Europa segunda) convirtió la naturaleza en cultura, la lactancia exclusiva y la crianza con apego operan al revés: hacen que la naturaleza actúe en la cultura, o que la cultura participe de la naturaleza, en lugar de querer dominarla.[1] El proceso de musealización al que están sometidos nuestros cuerpos queda así banalizado. El poder de las trasnacionales es sometido por el poder de la teta. La razón segunda y el patriarcado pierden sus hegemonías. Amamantar nos regresa a la Grecia de Homero y a Mesopotamia, al politeísmo, a Pindorama, a Amalivaca o a Roraima, pero sin que tengamos que abandonar lo mejor (lo menos tecnócrata y cientificista) de la técnica y de la ciencia.

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Que se sepa que no tiene que doler, que es como respirar, que fluye, cambia, sube y baja, que es como conocerse, que es como quererse, respetarse. Hay que aprenderlo y concentrarse, que está viva la leche, que es lo que les con-viene, que nada les cae mejor, que les da lo que necesitan cuando lo necesitan donde lo necesitan; que les da anticuerpos hasta para lo que se te ocurra, que se repotencia sola, oye, que es sangre, mi sangre, mi santo. Que hay que tomar agua, que es una decisión, una labor, un trabajo de veinticuatro horas, que hay que echarle bola porque hoy está todo en su contra; que puede haber congestión mamaria, mastitis, honguitos y que, eso sí, hay alegría, recompensa y salud para toda la vida.

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La lactancia exclusiva sitúa las familias en el “afuera”, en una zona políticamente peligrosa. Es un acto majamámico (ilegal, caótico) a la vez cóncavo y convexo --como diría Dámaso Ogaz--: un acto que banaliza el poder de la significación contemporánea. Poco importa el imperio de lo que tiene sentido en la sociedad del consumo y del espectáculo. Por eso amamantar es un acto político, porque re-significa, incluso, los enunciados de las máquinas que crean significados (como los medios de masas o a las trasnacionales de la alimentación, por ejemplo). A las fórmulas lácteas infantiles se les puede llamar “malaleche”, y al negocio de la alimentación infantil, “fábrica de enfermedades”. (ver: lactarte.blogspot.com)

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Que se sepa y que no haya información cruzada ni escondida ni represada, que se conozca bien en Internet, en la biblioteca, en las paredes, que se tuitee y se feisibuquée, que salga en la tv, en la radio y en el mejor de los medios: de boca a boca, como un beso, de cara a cara, franca y abiertamente. Que se sepa que la mujer sí lo sabe, que el que sabe no es sólo el médico, que lo sabe la madre y no sólo las matriarcas, que lo sabe la madre de esa niña, de ese niño, que lo sabe el padre y no nada más la madre, que lo saben los dos o más bien los tres; que la familia tiene que saberlo y gozarlo también, que lo tiene que saber el jefe y la jefa, que lo tiene que saber la gente en la calle y en el trabajo, que lo tiene que saber la academia, el sistema de salud, el de educación y el de cultura y hasta el de deporte, que lo sepa el Estado y lo reconozca, que lo sepamos todos pero, sobre todo, que lo practiquemos, que demos teta todos en conjunto y punto.

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El Comando Estratégico María Moñitos nos da una imagen, un arma: la virgen de la leche guerrillera. Nos recuerda aquella otra virgen de La Piedrita y a la guerrillera sandinista, fotografiada por Orlando Valenzuela. En la tradición mariana, esta virgen del Comando María Moñitos aporta un sentido necesario: la leche de María representa el camino hacia el conocimiento; beber de su pecho es comprender lo importante, lo más sagrado: que la teta es fuente de soberanía cultural, el alimento (material y espiritual) de un mundo posible.




[1] El film Malancolía de Lars von Trier es un buen ejemplo de esto.