miércoles, 1 de febrero de 2012

Gerd Leufert: una gramática del diseño



Leufert trabajó toda su vida para crear una gramática del diseño. Forjó un lenguaje visual que hoy podemos reconocer en toda su obra, y no sólo en la gráfica. Sus lienzos, sus acuarelas, su fotografía y su tipografía giran en torno a un mismo temperamento expresivo, como si fueran diferentes acentos de un mismo idioma. En la organización de esos acentos o de esas inflexiones está el sentido de su arte: el arte de construir un lenguaje para pensar con los ojos, para comunicar visual y espacialmente, y para interpretar el mundo con la mirada.

Hay, por ejemplo, una relación concreta entre sus acuarelas y sus fotografías. Ambas se citan mutuamente, aunque entre las dos haya una distancia temporal y técnica. Una Nenia de 1985 recuerda el emblema del Instituto Nacional de Aeropuertos; y otra Nenia de 1962 pareciera repetirse en una fotografía de 1991, en la que vemos un par de pies que se encuentran. Los ritmos de una portada de la revista El farol, de 1964, recuerdan el homenaje gráfico a F.H. Ehmcke, hecho en Munich una década antes. Una pieza del libro Sin arco evoca algunos de los Listonados. La portada de la revista Cal número 58 se puede leer como una continuación de la pieza Betijoque, acrílico sobre tela hecho en 1964.

Todas esas piezas se pueden relacionar porque están fundadas en las leyes de un idioma hecho de accidentes visuales concretos: un vacío se abre entre dos cuerpos que casi se rozan en uno de sus extremos; una tensión cromática se acumula en el centro de un cuadrado (allí se atraen y se repelen fragmentos de otros espacios); un ritmo se fija entre los vacíos. Esos accidentes son los semas del lenguaje de Leufert. Ciertas relaciones entre algunas de sus piezas los dejan a la vista, como ocurre con dos palabras distintas que tienen un mismo origen etimológico.

El lenguaje modula según la materia que Leufert utilice. Las Nenias sirven para pronunciar el nombre de algún dios olvidado. Los monotipos reducen las instituciones (públicas y privadas) a una imagen que las marca, y que muchas veces las supera. Con las acuarelas se dice el pasado remoto, el de la memoria, y los óleos y los acrílicos enuncian el presente: Union Square, Betijoque. Los Listonados sirven para subrayar el vacío, como esas oraciones elípticas en la que las palabras rodean un elemento lingüístico ausente. Letromaquia es una colección de letras mágicas, letras imposibles que juegan a anular su función comunicativa y significante. Visibilia y Sin arco son como esas mínimas estructuras lingüísticas que hablan del origen de un idioma. Y por último, la fotografía, que sirve para reunir todos los fragmentos del lenguaje de Leufert, síntesis de su poética.

Pero cada una de estas modulaciones nos regresa al diseño gráfico y a la tradición occidental de la gráfica: la tradición del signo y de la marca, la del libro y las técnicas de grabado e impresión. Visibilia, Nenias, fotografías, acrílicos son maneras distintas de volver a enunciar algunos problemas fundamentales de esa tradición, como el destino social o público del diseño, la tensión entre su función utilitaria, comunicativa, y su función estética, o su concisión y su ambición de síntesis, su lenguaje emblemático y llano.

No olvido, desde luego, que Leufert se inserta complejamente en una corriente ideológica específica: la de la ciudad y la cultura “universales”, la ciudad globalizada, signada por una estrategia discursiva única, sofisticada y simple, fundada en las teorías de la percepción, y cuyo objetivo fue y es la estetización radical del mundo. He allí el sentido político de su trabajo (y no sólo el de sus obras públicas): la configuración de un espacio imaginario sin discurso salvaje, limpio, pero estéticamente complejo. Esto quizás explique el fracaso parcial de ese proyecto, que no era o es sólo suyo sino de una cultura universalista poderosa, perviviente, y que insiste en construir una ciudad decadente (ver las esculturas del nuevo boulevard de Sabana Grande o la humilde producción internacional de Periférico Caracas).

En la otra orilla de esa cultura “universalista” están las obras de Daniel González, Dámaso Ogaz y cierta estética del muralismo urbano, hitos de una gráfica distinta que hoy empezamos a valorar.


2 comentarios:

  1. Estimado José Luis: Letromaquia es obra de Nedo publicada en 1973 por Refolit, Imposibilia si fue una obra en conjunto de Leufert y Nedo, publicada por la UDO en 1968 y Sin arco obra de Leufert y el libro diseñado por Nedo. ¡Salud!

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  2. Este es el primer comentario realmente importante que se ha publicado en este blog, más allá de polémicas ligeras y poco trascendentales promovidas por mí mismo. Gracias, Juan, por tu lectura, tu corrección y tus acotaciones. Ya voy a tachar mi error en el texto, para que esta nota tuya se quede en el blog y no pierda su sentido.

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