jueves, 22 de junio de 2017

Variaciones del concepto de cultura: del VIII Plan de la Nación al Plan de la Patria. Una mirada general

Gran Viraje

1989-1990 fueron los años del Gran Viraje, que es como el gobierno de Carlos Andrés Pérez llamó al VIII Plan de la Nación. El documento contenía las coordenadas para que Venezuela diera el giro definitivo hacia el neoliberalismo y hacia lo que entonces se llamaba “economía de mercado”, es decir, la versión eufemística del "capitalismo salvaje". Por eso plantea, como una de sus prioridades, la transformación social a través de la transformación cultural, que hay que entender de dos maneras: a) como transformación de las cotidianidades y costumbres de la “nación” (no se habla de pueblo) en términos de eficiencia empresarial, y b) como herramienta de control de la producción simbólica a través de la disminución del rol del Estado en la acción cultural.

El Gran Viraje hereda y critica algunos preceptos de los planes anteriores, al menos desde el IV hasta el VII. Del IV Plan hereda la visión de que el pueblo es un mero espectador de la cultura (Iris Puyosa, 18). Pero, por otro lado, se enfrenta y niega, por considerarlo obsoleto, el paradigma de la democratización de la cultura, en boga desde los años 70. Asimismo, profundiza en la participación de la empresa privada en los procesos socioculturales “para el fortalecimiento del sistema democrático”, que se planteó por primera vez en el VI Plan. (Iris Puyosa, 18)

El contexto epistemo-político y económico del Gran Viraje es el del capitalismo financiero y cognitivo. Es decir, el de una economía fundada en la manipulación de las acciones de la bolsa y los movimientos bancarios, así como en el conocimiento como recurso financiero. Por eso el Gran Viraje comprende la cultura como servicio, y plantea el concepto de democracia cultural participativa (en contraposición al de democratización de la cultura, asociado más bien a la noción de masificación de lo cultural). Se trata de un "servicio" descentralizado, administrado por la "sociedad civil", que a lo largo del VIII Plan emerge como el nuevo sujeto de la política. Esto le daba mayor protagonismo a las corporaciones transnacionales, a través de empresas privadas "nacionales", que en la práctica serían las rectoras de la administración cultural. La descentralización se convertía así en mayor dependencia del gran capital.

Por sociedad civil debemos entender ONG y toda clase de fundaciones y formas de asociación empresarial, que son los instrumentos con los que las corporaciones transnacionales actúan en los espacios clásicos de la política nacional. Así se entiende en el Gran Viraje el concepto de participación: más presencia de ONG y de asociaciones civiles empresariales, así como la reducción de las funciones del Estado.

El Gran Viraje se funda en el Estado definido como empresario, cuyo fin era estimular la competencia y la economía de mercado. Limitado a ser un mero “asignatario de recursos”, el Estado no crearía ni administraría las políticas públicas: “como empresario, el Estado reducirá su ámbito de acción, concentrándose en asignar recursos públicos solamente a actividades verdaderamente estratégicas” (VIII Plan de la Nación, 6). Se trata de una política de austeridad social y cultural propia del capitalismo salvaje. A lo largo del VIII Plan “el gasto social y cultural” estaba condicionado por la premisa de “no dispersar esfuerzos en subsidios indiscriminados”, y por el principio de que la eficiencia del Estado dependería de la correcta asimilación nacional de las lógicas del mercado (VIII Plan de la Nación, 6).

Por último, el Plan promueve el concepto de "desarrollo" asociado a la cultura, que es la versión de posguerra del concepto de progreso. Se propone que el desarrollo de la cultura implica igualar a Venezuela respecto a la “cultura universal”, comprendida como la cultura mercantil y posindustrial del Atlántico Norte. Una propuesta claramente colonial.
La nueva política económica es la única vía para incorporamos exitosamente a las nuevas corrientes económicas mundiales, de las cuales Venezuela ha estado al margen, y que es la base para potenciar una integración política del país a los cambios culturales y tecnológicos universales. (VIII Plan de la Nación, 6).
Frente a estas políticas el pueblo respondió con el Caracazo, en 1989, y con los alzamientos cívicos militares del año 1992. Al año siguiente, Carlos Andrés Pérez es dado de baja como presidente y luego encarcelado. Rafael Caldera asume la cabeza del último gobierno puntifijista, con un antiguo cuadro político de la izquierda venezolana como ministro de economía, Teodoro Petkof. Viejo aliado del Pacto de Punto Fijo y antiguo líder del Movimiento al Socialismo (MAS), Teodoro se presentaba como un elemento oxigenante de la política nacional. Lo que a todas luces era una cortina de humo.


IX Plan de la Nación

Eran los tiempos del IX Plan de la Nación, que en consonancia con la visión colonialista del Gran Viraje planteaba introducir en Venezuela “los códigos de la modernidad”. Esto implicaba la necesidad de integrar el país al proceso de globalización, sin problematizar ni poner en duda (y menos criticar) la hegemonía económica y cultural del Atlántico Norte (IX Plan de la Nación, 170).

En el IX Plan se generó la categoría “producción cultural privada”. El sector privado sería el encargado del “rescate y valorización del patrimonio cultural, así como de la promoción del proyecto de país contenido en el Plan, a través de los medios de comunicación y la producción de literatura para la educación formal” (IX Plan de la Nación, 170). También se le asignó al sector privado la promoción y estímulo de la creación artística.

En clara continuidad con el Gran Viraje, el IX Plan comprende los subsidios sociales y culturales en función de los conceptos neoliberales de eficacia y operatividad (IX Plan de la Nación, 171). En ese mismo contexto corporativista, el Plan promueve “las bases para la consolidación de un sistema integral de protección social al artista y al trabajador cultural en general” (IX Plan de la Nación, 171). Asimismo, continúa la idea de la cultura como "servicio" que debe llegar a las “capas más amplias de la población”, a través del “mensaje cultural” que el CONAC debe difundir por los medios de comunicación (IX Plan de la Nación, 173). Aquí distinguimos una función ideologizante y propagandística de la cultura destinada a orientar las identidades, tanto individuales como colectivas, en función de las premisas políticas del IX Plan, utilizando los medios de comunicación y siguiendo la lógica corporativa de la publicidad (IX Plan de la Nación, 173).


Agenda Alternativa Bolivariana  

Las elecciones de 1998 frenaron esta avanzada neoliberal. Hugo Chávez plantea en la Agenda Alternativa Bolivariana (AAB) el concepto de cultura como necesidad. Se habla allí de “necesidades culturales”, que se definen como “educación, deporte, recreación y creatividad” (AAB, 29). Este es quizás el primer golpe al concepto hegemónico-neoliberal de cultura. Ahora lo cultural se comprende como parte de las necesidades básicas del pueblo. Se quiebran así las fronteras modernas del campo cultural, que de ser una instancia centralizada y atomizada en torno a las bellas artes --y deslindada de la vida de los pueblos--, pasa a ser parte integral del campo de lo educativo, la administración del ocio y la creatividad.

El contexto político de la Agenda es el rescate del Estado como actor político. Se habla del “Estado propietario” para la satisfacción de las necesidades básicas y el “equilibrio macrosocial”. La educación, cultura, ciencia y tecnología se proponen como partes de un proyecto autónomo e independiente (AAB, 30), es decir, como prioridades políticas.

La Agenda regresa al concepto de democratización de la cultura (en su integralidad) con la idea de que el “cuerpo social” (que es el nuevo sujeto de la política --muy distinto a la sociedad civil--) es responsable de su funcionamiento. Aparece la premisa de que la cultura no puede estar en manos de cúpulas (AAB, 38-39).

La Agenda enuncia la creación del Plan Alterno Simón Rodríguez, y define su política con el concepto de “educación popular”. La cultura, definida “integralmente”, se comprende como una herramienta para “satisfacer las necesidades básicas de la población”, como ya dijimos. El Estado vuelve a ser el responsable de garantizar los recursos y generar las políticas para el funcionamiento del campo (ahora ampliado) de la cultura (AAB, 38-39), y el campo más amplio de la creatividad humana.

Se habla de la cultura como herramienta de integración nuestramericana y se insertan los conceptos de soberanía e independencia, que antes sólo habían aparecido, muy vagamente, como resguardo de nuestras identidades nacionales y como simple inclusión de la cultura popular en la supuesta “cultura universal”. Lo cual se prestaba, desde luego, para la generación del discurso folklorista y exotista de la cultura nacional.


Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013
 
En el 2006 Hugo Chávez vuelve a ganar las elecciones y anuncia la entrada de su gobierno en la era del socialismo bolivariano, o socialismo del siglo XXI. Las líneas políticas fundamentales se presentaron en el Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013, en el que la cultura se definió como parte de la “nueva ética socialista” y como un “derecho humano de segunda generación” (Plan Nacional Simón Bolívar, 6). Allí se continúa hablando de “masificar la cultura que fortalezca la identidad nacional, latinoamericana y caribeña”. Y ocurre una politización del concepto de cultura, que por primera vez aparece asociada a la noción de “movimientos culturales”, como elementos constitutivos de los movimientos sociales. Estos movimientos son llamados a integrar los distintos espacios sociales y políticos del país. Lo cual podría enmarcarse en el contexto mayor del protagonismo --y ya no mera inclusión-- del pueblo en la construcción de las políticas nacionales, como se consigna en la constitución de 1999. También, y por primera vez, se considera a las artes por como una herramienta con potencial sociocultural y económico (y ya no sólo estético).

Por otro lado, el Plan Simón Bolívar le dio una gran importancia al estímulo de diálogos interculturales “para promover en nuestro pueblo el entendimiento del mundo contemporáneo”, que es una premisa distinta a la de “insertarnos en el mundo globalizado o en la cultura universal”. Se plantea la diversificación de las relaciones geopolíticas culturales como estrategia para la construcción del mundo multipolar y de nuevos bloques de poder (Plan Nacional simón Bolívar, 41). Esto tenía como fin consolidar la autonomía cultural respecto a los llamados “centros metropolitanos de la cultura”, los países y las fuerzas económicas del norte global. Hoy podemos leer esta política como una estrategia de desglobalización.


Plan de la Patria

En el año 2013 Chávez promueve por primera vez en el país la creación colectiva, masiva y popular del siguiente plan de la nación: el Segundo Plan Socialista de Desarrollo Económico y Social de la Nación, 2013-2019 (Plan de la Patria). Allí la cultura comienza por definirse como una herramienta para defender, expandir y consolidar la independencia (Objetivo Nacional 1). En continuidad con el plan anterior, la cultura se sigue comprendiendo como una necesidad del pueblo, pero al mismo tiempo como una vía para la plena satisfacción de esas necesidades (Objetivo Nacional 2).

En los objetivos estratégicos 2.2.3 aparece la idea de la cultura como “expresión liberadora del pueblo”. Se promueve el incremento “sostenido” de la producción y la distribución de bienes culturales, y se plantea una visión económica-socioproductiva de la cultura. Se hace énfasis en la gestión a manos del poder popular. Incluso se habla de “necesidades culturales de cada región” para el impulso de la actividad socioproductiva estatal y popular.

A los principios de soberanía e independiencia, propuestos en el Plan Simón Bolívar, se le suma ahora el de hegemonía cultural, entendido como un componente estructural de la democracia socialista, vista como plataforma política fundada en el protagonismo popular territorial.

El poder popular es el sujeto de la política. El plan genera diversos objetivos y estrategias con miras a que el Estado le transfiera sus competencias a los movimientos sociales. Para ello se propone la territorialización y regionalización de la gestión cultural. (Objetivos estratégicos 2.2.3.1-2.2.36). El Estado es llamado a fomentar espacios de participación popular para la creación de imprentas regionales, por ejemplo, así como de espacios e infraestructura cultural para el desarrollo local de las artes y las redes culturales comunitarias .

Se hace énfasis en la consolidación, resguardo y valoración institucional y popular de las identidades, historias y patrimonios territoriales, nacionales y nuestroamericanos, para la construcción de una sociedad igualitaria y justa. (Objetivo estratégico 2.2.1.4) (Objetivo nacional 5.3). Se plantea el “desarrollo de investigaciones sobre las tradiciones culturales que impulsen el conocimiento y la práctica cultural, y la visibilización de la identidad histórico-comunitaria en conexión con la Misión Cultura Corazón Adentro” (Objetivo estratégico 2.2.3.6).

Respecto a la geopolítica internacional, el Plan se propone el fortalecimiento y la consolidación del mundo pluripolar. Insiste en la integración cultural nuestramericana a través de UNASUR (4.1.4) y la Celac, fundamentalmente.

En general, en el Plan de la Patria la cultura se concibe como “pluricultura” de los pueblos, que es un concepto determinado por el principio de "corresponsabilidad" consignado en la constitución de 1999. Esto nos deja el reto de realizar la democracia socialista popular, en una dialéctica experimental entre las instituciones del Estado, las comunidades y los movimientos sociales, para la consolidación y la "reexistencia" (y ya no solo la emergencia) de las identidades, las soberanías y las hegemonías culturales de nuestros pueblos.