martes, 17 de febrero de 2015

La lucha por la arepa



La cocina es el lugar más creador de la casa. Ahí se encuentran todos los poderes del mundo, y se libran todas las guerras de las imágenes. La más cruenta de todas, la guerra por la arepa, la estamos viviendo hoy en Venezuela con intensidad. En los últimos cincuenta años nos hicieron temerle al parto, al cuerpo, a la casa y a la crianza; nos hicieron creer más en las drogas sintéticas que en nuestras hierbas y fluidos, y nos pusieron en el paladar un sabor que mi bisabuela hubiese comparado con el corcho, o con el afrecho (con suerte), y que nosotras y nosotros llamamos arepa.

Es la lucha por el control del sabor y del placer, el saber y la realidad. La lucha por las memorias de nuestros cuerpos; memorias múltiples, diversas, sociodiversas.

Las corporaciones invierten toda su energía en eliminar “el principio de realidad”. Su objetivo no es vendernos mercancías sino convertirnos en fieles creyentes de la marca. Eso, sobre todo hoy en Venezuela, lo sabemos a la perfección. Lo sabemos en el cuerpo de una cola por Harina Pan, en cualquiera de sus versiones más sintéticas. En esa cola está el cuerpo social estafado, pero ya no en la intimidad de la casa sino en el espacio público.

Empresas Polar ha logrado sustituir el concepto y la práctica de la arepa por una marca, e insertar esa sustitución en el cuerpo espiritual del lenguaje. Decimos que no hay arepa sin Harina Pan, y así confundimos e identificamos un producto industrial (la harina en sí), con una práctica cultural ancestral (la arepa) y una marca comercial (Harina Pan).

Pero “el pueblo manso ya es montaraz”, y su paladar combate hasta dar con la memoria antigua de su arepa, su saber y su sabor.

lunes, 16 de febrero de 2015

¿Y qué sería la estética revolucionaria?

Para mí, la estética revolucionaria (o “estética” a secas) no es una subcategoría de la estética kantiana. Es decir, que “revolucionaria” no es uno de los apellidos de la “estética” moderna. Es por sí misma una categoría que se puede teorizar independientemente de los postulados kantianos. Esos postulados sirven, en todo caso, para ejemplificarla, y como herramienta didáctica para su comprensión.

Es una categoría interdependiente asociada a una episteme (a una estructura-base de saberes) no disciplinaria. Esa episteme es, para mí, la comuna. Por eso, como la veo, la palabra “estética” no describe el ámbito de una disciplina autónoma, como la estética hegemónica, sino que requiere ser estudiada desde todos los campos posibles del conocimiento-práxis, y desde el principio de la interdependencia cognitiva. Describe un territorio polimorfo de intercambio de epistemes, en situación de cruce y desbordamiento, que perfectamente podría ser el territorio de la “cayapa”, entendida como método.

Liberada de sus restricciones disciplinares, liberada de su condición sustancial y reducida a ser instrumento (perspectiva), la estética se puede pensar más allá del ámbito específico que la disciplina le otorgó: el de la universalización de la subjetividad en el gusto, como máxima expresión de la libertad individual, que se realiza en la obra de arte. El ámbito de acción de “nuestraestética”, lo que ella registraría, no sería lo bello por sí mismo, como sentimiento autónomo (que no se supone ético ni conducente a un conocimiento científico o puramente real) sino como un sentimiento interdependiente de la ética y de la verdad, y que debe ser teorizado desde la política, la economía y la epistemología.

Lo bello liberado de lo “bello” --nuestrabelleza-- se pude volver a pensar como antes del capitalismo, es decir, como un evento de la sensibilidad en el que lo invisible se hace visible, lo desconocido conocido, pero en una dimensión profundamente colectiva, comunitaria, común.

Y como en el capitalismo lo más invisible es el excedente, el plusvalor, éste sería uno de los objetos de estudio de nuestraestética.

Pero su principal objeto de estudio no es el descubrimiento de la explotación humana. En grado de importancia, éste es su segundo objeto. El primero es “lo invisible que subyace en la invisibilidad” del excedente: la certeza de que podemos tener soberanía sobre nuestros “excedentes anímicos”, pero también --y por eso mismo-- sobre nuestros placeres y nuestro tiempo de ocio, nuestros ciclos anímicos y corporales, nuestra posibilidad de subjetivarnos, identificarnos y relacionarnos: la certeza de que podemos ejercer soberanía sobre nuestras energías vitales y sobre nuestro trabajo sicológico, simbólico y espiritual.

jueves, 12 de febrero de 2015

Del Techo de la Ballena a los colectivos chavistas

Tú jalas uno de los hilos del Techo de la Ballena y lo que aparece es un reguero de movimientos y acciones políticas-artísticas sistemáticamente pisoteadas. A la par y después de País portátil y de Jonás, la ballena y lo majamámico lo que viene es una coñamentazón de experiencias que hoy llamaríamos “arte-militantes” o artivistas, o como usted prefiera. A finales de los sesenta, el PRV Ruptura genera un montón de artefactos culturales que tienen su punto más visible en el famoso-y-sepultado-por-la-historiografía-“culta” Congreso Cultural de Cabimas.

Desde inicio de los setenta, las universidades y los barrios agarran fuerza productiva-simbólica. Se organizaron toda clase de colectivos políticos que utilizaron recursos artísticos. La Liga Socialista, El Grupo de Acción Revolucionaria (GAR) y UCAB Libre se fajan a hacer acciones culturales y revistas. El grupo 1 de Mayo, activo en Caracas, pone a circular tres números de la Revista Debate. Guaicaipuro 1, en los Magallanes de Catia, genera un colectivo cultural que, entre otras cosas, se preparaba para tomar Miraflores por asalto. Mientras, apoyaban a jóvenes del barrio en sus procesos de formación, hacían agitación política en fábricas y universidades, pintaban murales y editaban publicaciones periódicas. Todo esto con el apoyo técnico y político de Claudio Cedeño, uno de nuestros caricaturistas políticos más importantes. Por Guaicaipuro 1 pasó desde Alí Primera hasta Julio Cortázar, que se comió unas hallacas en el barrio.

Lo que hoy llamamos "colectivos populares" (Comando Creativo, Ejército Comunicacional de Liberación, Tiuna el Fuerte, etc) no salen de la nada. Tenemos historia, a pesar de los esfuerzos por borrarla. Tenemos referentes, a pesar de que no los tengamos en la conciencia. Porque, al parecer, las fuerzas productoras del pueblo pueden más que los cánones burgueses y la historiografía hegemónica. Ahí están los colectivos, que sin saber mucho de su pasado lo reviven en la acción.