lunes, 16 de febrero de 2015

¿Y qué sería la estética revolucionaria?

Para mí, la estética revolucionaria (o “estética” a secas) no es una subcategoría de la estética kantiana. Es decir, que “revolucionaria” no es uno de los apellidos de la “estética” moderna. Es por sí misma una categoría que se puede teorizar independientemente de los postulados kantianos. Esos postulados sirven, en todo caso, para ejemplificarla, y como herramienta didáctica para su comprensión.

Es una categoría interdependiente asociada a una episteme (a una estructura-base de saberes) no disciplinaria. Esa episteme es, para mí, la comuna. Por eso, como la veo, la palabra “estética” no describe el ámbito de una disciplina autónoma, como la estética hegemónica, sino que requiere ser estudiada desde todos los campos posibles del conocimiento-práxis, y desde el principio de la interdependencia cognitiva. Describe un territorio polimorfo de intercambio de epistemes, en situación de cruce y desbordamiento, que perfectamente podría ser el territorio de la “cayapa”, entendida como método.

Liberada de sus restricciones disciplinares, liberada de su condición sustancial y reducida a ser instrumento (perspectiva), la estética se puede pensar más allá del ámbito específico que la disciplina le otorgó: el de la universalización de la subjetividad en el gusto, como máxima expresión de la libertad individual, que se realiza en la obra de arte. El ámbito de acción de “nuestraestética”, lo que ella registraría, no sería lo bello por sí mismo, como sentimiento autónomo (que no se supone ético ni conducente a un conocimiento científico o puramente real) sino como un sentimiento interdependiente de la ética y de la verdad, y que debe ser teorizado desde la política, la economía y la epistemología.

Lo bello liberado de lo “bello” --nuestrabelleza-- se pude volver a pensar como antes del capitalismo, es decir, como un evento de la sensibilidad en el que lo invisible se hace visible, lo desconocido conocido, pero en una dimensión profundamente colectiva, comunitaria, común.

Y como en el capitalismo lo más invisible es el excedente, el plusvalor, éste sería uno de los objetos de estudio de nuestraestética.

Pero su principal objeto de estudio no es el descubrimiento de la explotación humana. En grado de importancia, éste es su segundo objeto. El primero es “lo invisible que subyace en la invisibilidad” del excedente: la certeza de que podemos tener soberanía sobre nuestros “excedentes anímicos”, pero también --y por eso mismo-- sobre nuestros placeres y nuestro tiempo de ocio, nuestros ciclos anímicos y corporales, nuestra posibilidad de subjetivarnos, identificarnos y relacionarnos: la certeza de que podemos ejercer soberanía sobre nuestras energías vitales y sobre nuestro trabajo sicológico, simbólico y espiritual.

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