miércoles, 12 de abril de 2017

Vulnerabilidad de la materia afectable

Teorizada como parte de la filosofía que estudia el conocimiento sensible, la estética se fetichiza y se reduce a una única dimensión: la del sentimiento de lo bello. Dimensión aristocrática y oligárquica; la de los autodenominados “sensibles”, o de los que aspiran a ser sensibles, cultos, elevados, no atados a la cárcel de la materia.

Esta teorización no tiene nada que ver con nosotros, por lo menos no en su totalidad.

Al ser originariamente definidos fuera de la civilización moderna, separados --por el abismo imaginario del mar-- de los autoasignados "centros espirituales de poder", el sistema-mundo moderno se nos impone pleno de debilidades. La historia de América es la del aprovechamiento estratégico de esas debilidades (ver “interferencias al revés”).

En cambio, en nuestras circustancias reales, lo estético refiere a lo que nos afecta, a lo que nos vulnerabiliza, lo que nos coloca en estado conciente de vulnerabilidad-poder. Refiere al estado de vulnerabilidad (la “transformabilidad”) de la vida toda, y acaso del cosmos mismo: refiere a lo afectable humano y no humano.


Teorizado así, lo estético denota la posibilidad creadora de la vida, que se fundada en el hecho de existir en estado de vulnerabilidad-posibilidad. La afectabilidad de la vida es la condición de toda poiesis, de toda técnica, de toda fabricación, de toda transformación y posibilidad.

Lo que afecta es lo que transforma y lo que permite la transformación.

Lo que afecta es lo que transforma y lo que permite la transformación; lo afectable es lo que puede ser de otra manera (lo que puede cambiar porque está en estado de vida), lo que se moviliza hacia lo posible: lo potencial; en última instancia, la posibilidad de vivir.

Pero la afectabilidad, la posibilidad de ser afectados, la posibilidad de afectar, no remite sólo a la esfera de la sensibilidad y el sentimiento, como pretende la estética moderna. Refiere a todas las esferas que hacen posible la vida, y que van de un cuerpo humano a todos los cuerpos, y luego de todo lo corpóreo (humano y no humano) a lo que no tiene cuerpo, y de allí a la relación entre lo corpóreo y lo no corpóreo, pasando por todas las zonas intermedias posibles, en una espiral de vida, muerte y más vida.

No se trata sólo de afectación sensible o sentimental, ni mucho menos de una facultad específicamente humana. Creo que ni siquiera es una “facultad”, en el sentido kantiano. Es una afectabilidad determinada por factores comunitarios, interpersonales y personales; por las estrategias relacionales entre seres cercanos y lejanos, a diferentes escalas geopolíticas, cada una con sus particularidades.

No es la misma afectividad (o vulnerabilidad o potencialidad creadora) la del Caribe que la andina, la americana que la europea, pero una no podría existir sin las otras, porque todas existen en estado de interdependencia, de mutua necesidad de vivir (¿no surge de aquí poiéticamente --fabricativamente-- el ser?).

Controlar esa interdependencia (negando o explotando la vulnerabilidad de nuestras vidas) es lo que buscan las culturas que detentan el poder (y que se imponen como anticulturas). El "no control", o la defensa de la soberanía de las interdependencias y las vulnerabilidades, es lo que buscan las culturas que optan por la vida para lo común y los comuneros.

La materia afectable sólo es posible en los tejidos alteritarios, bien para su control o para la existencia de la vida.

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