domingo, 11 de noviembre de 2012

Metáfora y propaganda



Que nadie se escandalice porque ya no exista arte (en el sentido europeo de la palabra), y porque haya poco arte no bello. Al contrario, debemos sentirnos estimulados. El territorio simbólico, metafórico y comunicacional que estas ausencias hacen visible nos pone ante una veta de saberes. No una veta nueva, ojo, pero sí pertinente. Ese territorio no es estético, pero tampoco sólo comunicacional o sicológico, lingüístico y antropológico. Todas las teorías modernas le sirven, pero desde sus limitaciones, caducidades y trascendencias.

De allí surge una episteme cruzada y crítica, como la de la cultura visual, o trans-indisciplinada, como diría Argelia Bravo, pues se aprovecha parcialmente de todos los saberes. Su objeto de estudio está a medio camino entre cierto arte no bello, pero eficiente, y algunas prácticas comunicacionales.

Carmen Alicia Di Pascuale me hizo ver que esa episteme no puede ser disciplinante, aunque provenga de la fenomenología. Carmen Hernández me hizo ver que la episteme sirve para, desde el campo del arte, valorar el peso de lo que no puede ser instrumentalizado: la metáfora, en prácticas tan instrumentales como la educación, la propaganda, el panfleto, etc.

También sirve para que la metáfora no se aisle en su propio juego. “El cubrefuego de la imagen” no sólo conduce a una “teleología insular” (sic. José Lezama Lima). ¿No puede la metáfora conducir a un conocimiento del mundo y de las relaciones de poder? ¿No puede la función significante de la propaganda valerse del poder de la metáfora?

Este posible cambalache entre la estética y la teoría de la comunicación, que implica una deriva de los sentidos canónicos, lo practican, en Venezuela, Argelia Bravo y el Ejército Comunicacional de Liberación (ECL). Pero como ya los lectores están cansados de esos referentes, citemos el colectivo Dexpierte, de Colombia, y el trabajo de Tania Bruguera.

Carlos Zerpa me dijo que Dexpierte es algo así como el alma gemela del ECL, pero más ¿académica? Se dedican a crear referentes visuales para la memoria política colectiva. Utilizan el mural y el esténcil como armas de resistencia contra el olvido programado, la mentira y las omisiones historiográficas de los poderosos. Reviven, en las calles, una cultura de lucha borrada con alevosía. Hacen guerrilla comunicacional. Producen artefactos que no se agotan en su función significante. Crean referentes imaginarios que no se instalan en la memoria como mensajes, sin polisemia y sin ambigüedad, sino como dispositivos que quiebran el imperio de la significación.

Tania Bruguera, en medio del campo del arte, hace lo contrario. Parte de la pura metáfora y de la escena para revisar problemas socioculturales. Crea códigos abiertos pero contextualizados con los que hace visible las tramas del poder. Su trabajo tiene direcciones fijas; su polisemia está dirigida hacia un fin, no estético sino político, ético o teórico.

Aparentemente, y si es cierto lo que vengo exponiendo, la eficiencia de la propaganda radica en el uso que hace de la metáfora; y la eficiencia del arte no bello está determinada por sus fines políticos.

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