viernes, 14 de octubre de 2016

Descolonizar las artes es “desfetichizarlas”

El pasado 26 de septiembre, en UNEARTE, Daniel Gil nos ofreció la explicación más clara del concepto de alienación en las artes que yo haya oído.[1] Ni Walter Mignolo, que se ha arrojado sobre sí la autoridad gringo-universitaria (latinoamericanista) en materia de estéticas descoloniales, es tan claro (no puede serlo). Gil dijo que, en algún momento, el arte se alienó y dejó de ser parte de la vida, para convertirse en una cosa en sí misma, con valor propio y con autonomía respecto de los demás trabajos. Desde entonces llamamos artista a alguien que no es obrero ni artesano. Y remataba Gil, manoteando el aire: “¡Pero si en su origen arte significaba oficio! ¿Por qué tenemos que diferenciarnos de la gente?”.

En el siglo XVI, junto a la aparición de la banca y la hegemonía de la ciudad moderna, el lazo entre las artes y la vida se quebró, quedando las artes escindidas de su origen, absolutizadas en su particularidad: fetichizadas. En tiempos de Leonardo Da Vinci, un pintor todavía era considerado un artista “mecánico”, es decir, un obrero, alguien dedicado al trabajo manual, y por ende inferior. La política cultural de los banqueros Medicci, y de la iglesia en su fase anti-protestante y promercantilista, permitió que los pintores cobraran relevancia, y así empezaron a acumular el prestigio social del que hoy todavía gozan. Pero no se trataba de cualquier pintor, sino del “maestro” (el genio, para Kant), legitimado en el libro de Giorgio Vasari: Vida de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550). Ese documento indica el ascenso social del yo del artista en Europa, que de anónimo en la Edad Media pasó a ser el mayor representante de la nueva ética de la ciudad moderna: la ética mercantil, la del “yo-conquisto”, el yo-explotador de la “terra mater” y extirpador (mutilador) de los saberes originarios en los cuerpos de las mujeres.

Cuando Leonardo da Vinci firmaba sus lienzos estaba haciendo obra, en el sentido moderno, es decir: trabajo escindido de la producción de soberanía de vida, de bienes comunes. Estaba haciendo arte, en el sentido todavía actual (hegemónico), con autonomía técnica e ideológica. Su “yo” empezaba a tener el mismo estatus de un dios maldito, un yo sin lazos, sin comunidad. La biografía de Leonardo es la de su obra, la de su condición de sujeto creador de totalidades metafísicas, no la de un sujeto atado a relaciones psicosociales, políticas y económicas comunitarias, a una tierra y a un territorio, a una memoria y a una cultura del trabajo. El Leonardo de Vasari (y el de History Chanel) es un “hombre” (masculino) recién nacido, sin pasado, que construye mundo desde su voluntad de poder, que saca de su yo la realidad: el proyector, el ingeniero del futuro, el visionario de todos los futuros. El modelo del todos los emprendedores de la economía de mercado. El modelo del empresario.

En cambio Daniel Gil está anclado (umbilicado) a las memorias de su gente. Su yo es comunitario, y su obrar (su hacer obra, su trabajo) busca restituir el lazo roto entre la canción y la producción de vida. Escuchándolo comprendo que nuestra tarea es la de “afirmar, por un proceso de liberación, los valores propios del proceso del trabajo del pueblo y su historia”, como dice Enrique Dussel. ¿Y cómo se hace eso? Superando la visión de la obra como fetiche, comprendiendo (y a veces restituyendo) sus ataduras, sus ligaduras, sus dependencias de los procesos comunitarios de cuidado de la vida.

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[1] En el conversatorio “Músicas y tradiciones descolonizadas”, del ciclo de conversas descolonizadoras de la Cátedra Libre Culturas Populares, con Daniel Gil e Ismael Querales, organizada por el profesor Fidel Barbarito, el 26 de septiembre de 2016.

1 comentario:

  1. La reificación del arte es garantía del prestigio y de la posibilidad de "destacar" para quienes al arte se dedican, como seres con un halo de "sensibilidad auténtica". La descolonización solo es posible partiendo de cada cual, de unas al sabernos creadoras y de otros al permitirse la renuncia a la "exclusividad". Veremos cómo nos va con eso; sin duda, es un reto.
    Salud,
    Estrella

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