sábado, 11 de diciembre de 2010

“Miro en Caracas desde la perspectiva del indocumentado”

La crítica del arte en Venezuela no empezó con Ramón de la Plaza, como dicen los historiadores, sino con aquellas palabras de Marta Traba, publicadas 1974: “miro en Caracas desde la perspectiva del indocumentado. Por eso me queda muy difícil comprender el enfoque progresista y cosmopolita que encuentra perfectamente conciliables las autopistas con los ranchos, los carteles luminosos con las obras cinéticas”. Esas palabras apuntan hacia la naturaleza de la crítica, hacia los límites del crítico y de su oficio. Me hacen pensar en aquellas líneas de Montaigne: “lo que opino de las cosas revela la medida de mi vista y no la medida de las cosas”, o en aquella noción kantiana de la crítica como indagación y reconocimiento de los límites de nuestras facultades de conocer y de juzgar.

Lo que nos queda de los textos críticos de Marta Traba es el furor crítico de Marta Traba, el testimonio de su mirada en su escritura. Su opinión sobre el arte y los artistas no es esencial. Importa más la manera en que dice lo que dice, su estilo, su lugar de enunciación. Y mientras vivió en Caracas, ese lugar de enunciación fue el del indocumentado, el del ilegal, como ella dice. Eso nos enseñó que el crítico es quien llega a un territorio que nunca terminará de penetrar, un territorio que no le pertenece y que nunca le pertenecerá. Por eso el crítico siempre se queda un poco afuera, sin terminar de decir lo que se propone. Y como no tiene papeles o permisos puede ver cosas que los demás (los documentados) ya no ven.

Pero sé que he sido injusto cuando dije que con Marta Traba se inicia la crítica del arte en Venezuela. Me he olvidado de Mariano Picón Salas y de Hanni Ossott, de Carlos Contramaestre, de Ida Gramcko, de Roberto Guevara y de Victoria de Stéfano. En todos estos autores hay una poética de la crítica que prescribe un espacio para que el escritor se ensaye a sí mismo, se exponga en sus límites y en sus posibilidades, ofreciéndonos las claves interpretativas de su experiencia del arte. Pues el crítico nos ofrece el lugar de su mirada: huellas, marcas en el camino de su lectura. Nada más.

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