viernes, 9 de marzo de 2012

Por una crítica contradictoria

Ayer publiqué una "entrada" sobre Érika Ordos. Si se fijan bien, el post anterior trata el concepto de la crítica como subgénero de la literatura policial. El último post es un hipervínculo a un texto de José Luis Brea. Esas dos “entradas” en nada se parecen a mi escrito sobre Érika Ordos. ¿Por qué publiqué ese texto? Simplemente para seguir pensando las in y las excentricidades de la crítica del arte.

Mi crítica al trabajo de Érika está hecha al estilo de Sainte-Beuve, es decir, el estilo que los medios masivos de producción de información financian. Es la maniera que han cultivado (y siguen cultivando) casi todos los que publican críticas en periódicos y en web. Es la crítica como herramienta de poder fundada en la moral del crítico (entendido como autoridad) y en la confirmación del concepto de crítica de la opinión pública.

Ya sabemos que esa vieja estrategia sólo busca la autopromoción del crítico, y la legitimación de un relato que no es suyo sino del dueño del periódico. Esa antigua fórmula, que triunfó con Saint-Beuve, supone que el crítico es una pieza clave en la consolidación de los circuitos institucionales del arte.

Toda crítica de esta índole es siempre herramienta de otros poderes. También es siempre consagratoria, así ataque su objeto de análisis. Cumple la misma función que cualquier dispositivo museográfico: ser una vitrina. Su única ética es la de su factura. Cumple su objetivo si el montaje es convincente. Es, en última instancia, una crítica de servicio, que atina sólo cuando calla —como el sagrado silencio de Sainte-Beuve ante la obra de Baudelaire—.

¿Puede haber una crítica distinta, blindada contra los poderes de lo institucional (contra el principio imperial de la cultura)? ¿Y una crítica así no sería contradictoria, no caería en su propia trampa, no sería a la larga una pieza más del sistema que combate? La respuesta, después de mucho Foucault, Barthes, Agamben, Paz, Lezama, Justo Pastor Mellado, Carmen Hernández y José Luis Brea, es que una crítica así sólo puede (y tiene que) ser patafísica, irónica (cargada del witz de Jena), barroca, ficcional, política, ensayística y caricaturesca. Así la contradicción será su poder y no su debilidad.

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Por cierto, no se pierdan este texto: La crítica de arte y su próxima desaparición

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