martes, 15 de noviembre de 2016

El Museo de Arte Moderno de Nueva York se traga la ballena






Comprendámoslo de una: el campo del arte está basado en transacciones económicas y filiaciones políticas. Eso, y no otra cosa, es la “donación” de Ignacio y Valentina Oberto al MoMa: una transacción mercantil y cultural. Más de doscientos objetos de El Techo de la Ballena fueron exhibidos como trofeos de caza, como recompensa por el despojo, por el saqueo cultural al que nos tienen sometidos por todos los flancos, y ante el cual tenemos muy pocas herramientas de defensa, y mucho menos de soberanía.

¿Cómo es posible que la producción de quienes hicieron Pozo muerto (película sobre los estragos de las transnacionales del petróleo en Venezuela) sea exhibida por el brazo cultural de la antigua Standard Oil Company (hoy Exxon Mobil), responsable del desahucio humano y natural de Venezuela? O que la obra de quienes hicieron ¿Duerme usted señor presidente? (poema contra Rómulo Betancourt, amigo de David Rockefeller), ahora sea parte de, entre otros agentes del mercado, la Rockefeller Foundation?

¿Simples contradicciones del arte? ¿Muestra de la condición inexplicable y misteriosa del arte? ¿Simple polisemia? ¿Voluntad de mostrarle al mundo y a la humanidad los alcances estéticos de las y los venezolanos?

La respuesta es mucho más sencilla, y desde luego explicable y menos filantrópica: por un lado, está el carácter resignificador de la modernidad (operando a través del capitalismo, que, como sabemos, es una cosmogonía, una totalidad, toda una empresa civilizatoria). Por otro lado, en el seno mismo de El Techo de la Ballena sucedió lo que en todas partes: hubo quienes se afiliaron a la socialdemocracia y quienes cerraron filas para apoyar la revolución socialista. Incluso hubo movilidad entre unos y otros (Adriano González León jugó para los dos bandos, y terminó “evolucionando” en el primero: de la socialdemocracia terminó sumándose a las filas wiskeras de la República del Este). Pero todos --con mayor o menor medida, y con la altísima excepción de Dámaso Ogaz-- fueron subsumidos por la religión del arte, que es la forma superior de la ideología del Capital. De ahí, y del origen de clase y de género de los balleneros, surge una tensión histórica; dialéctica, para la revolución, y simplemente artística, para la reacción pro colonial.

La exposición del MoMa permite que el precio de la obra ballenera suba “algodón” (una migajita), que circule un poquito más y que el mercado del arte se oxigene un tilín (puras limosnas). Lo cual nos obliga, de nuevo, al alerta: terminemos de resguardar los objetos y las obras de la ballena que tenemos regadas entre diversas colecciones nacionales, públicas y privadas. Pongamos esa memoria al alcance de todo el mundo, comenzando por las y los estudiantes de todos los niveles. Recuerdo e informo, para quienes no lo sepan, que el Estado venezolano tiene la colección (dispersa) más importante de obras, objetos y fuentes documentales de El Techo de la Ballena. Pero las tiene en una situación de altísima vulnerabilidad (tanto desde un punto de vista de conservación y seguridad como de su estudio). Y esto no sólo ocurre con El Techo, sino con el resto de los movimientos políticos culturales venezolanos, tanto históricos como actuales.

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Nota: para una mejor comprensión de las relaciones entre el MoMa y la CIA, ver: http://joanfliz.blogspot.com/2013/03/el-arte-abstracto-y-el-moma-son.html / Para acercarse a la comprensión de la función del curador y director del MoMa, Glenn Lowry, en el mercado del arte, ver: http://www.lanacion.com.ar/1188697-los-duenos-del-arte / Y para tener alguna idea de las relaciones económicas entre la Fundación Rockefeller y el MoMa, ver: http://joanfliz.blogspot.com/2013/03/el-arte-abstracto-y-el-moma-son.html

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