jueves, 13 de diciembre de 2012

Hacia una estética provisional VI



Hay que seguir estudiando la tradición revulsiva del arte venezolano. Y no sólo del arte sino de la cultura de la imagen, tanto en Venezuela como en América Latina y caribeña. En nuestro caso, esa traición ha sido sistemáticamente borrada del mapa. La reaparición de Dámaso Ogaz en nuestra memoria colectiva, gracias a los esfuerzos de Félix Hernández y Juan Calzadilla, devela sendos vacíos, tanto historiográficos como políticos.

Entre nosotros, hubo y hay un olvido programado de la tradición revulsiva de la imagen. La misma ceguera de Miguel Arrollo frente al Techo de la Ballena se repite (o se reedita) luego, en los noventa, en La invención de la continuidad, de Luis Pérez Oramas; y se vuelve a repetir, una vez más, en la Bienal de Sao Paulo curada por el mismo Pérez Oramas, que insiste en olvidar y desvalorar, ya no sólo el Techo de la Ballena sino a toda la tradición del arte político, desde los balleneros hasta los colectivos de guerrilla simbólica, pasando por el Grupo Provisional y sus actores.

Pérez Oramas es un agente de las trasnacionales del campo del arte. Su estrategia, como la de tantos “curadores de servicio” (sic. Justo Pastor Mellado), es invisibilizar y acumular capital simbólico. Acumular discursos y relaciones sociales. Invisibilizar prácticas y lecturas revulsivas. Su trabajo es fortalecer los relatos canónicos, y omitir aquellos que son difícilmente apropiables, al menos mientras desarrolla estrategias de apropiación. Esas omisiones son, a la vez, literales y literarias. Las primeras las expresa diciendo, por ejemplo, que Lovera y Nascimento son los artistas que “más seriamente y más consistentemente han hecho crítica institucional y crítica política en Venezuela”, olvidando a tantos creadores mucho más comprometidos y eficientes. O cuando escribe cosas como estas:
Por eso, someramente, fracasaron quienes enfrentaron “justicieramente” al cinetismo; por eso la experiencia de la nueva figuración se tiñó de la misma grandielocuencia que pretendí­a combatir, con el detrimento de sus insulsas narrativas o de sus falsas seducciones esteticistas; y por eso el Techo de la Ballena, que hizo guerrilla estética, la perdió también en el campo de lo visible, tanto como la perderí­a en los escarpados campos de la batalla montaraz.[1]
Que diga que el Techo de la Ballena fue un fracaso (como si predicado significara algo), lo sitúa dentro de la matriz de opinión neoliberal.[2] En verdad no dice nada nuevo: repite lo que, desde finales de los sesenta, se convirtió en el lugar común de los intelectuales de izquierda que pactaron con el gran capital. ¿Cuántas veces no escuchamos a Emeterio Gómez o a Teodoro Petkoff hablar del fracaso político del marxismo, o del socialismo? ¿Cuántas veces al día se repite ese mismo mensaje en los medios de masa, con el argumento --desarrollista y cientificista-- de que cualquier discurso de izquierda o derivado del marxismo es anacrónico, y que por eso no sirve?

Las otras omisiones, las que he llamado literarias, son más sutiles, pero no tanto como para ser invisibles. Se repiten en las estrategias formativas, editoriales y curatoriales canónicas del mundo occidental. Su meta es “poetizar” o estetizar los discursos subversivos, que son anulados con la pluma del preciosismo. El resultado es la descontextualización de los discursos, su aislamiento “como excentricidades despojadas de su carnadura histórica y su potencia crítica” (Ana Longoni).

Todas estas omisiones generan un relato por vía negativa. Nos dicen, por ejemplo, que entre el Techo de la Ballena y el Grupo Provisional hay más de una relación. ¿No hay en El salón y Born in America vínculos pragmáticos e ideológicos con el Homenaje a la cursilería? O ¿cuántas semejanzas no habrá entre Homenaje a la necrofilia y La tarja, por ejemplo?

Las omisiones canónicas deben ser, para nosotros --antropófagos culturales--, herramientas para seguir tejiendo el relato subversivo de nuestras trasgresiones simbólicas. El Grupo Provisional las utilizó para deconstruir los discursos del campo del arte, incluyendo el de los curadores de servicio.


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[1] “Carta a Juan Carlos Rodríguez”, en el marco de la exposición Zona de distensión, de David Palacios, CELARG, 2003. http://av.celarg.org.ve/DavidPalacios/LuisPerezOramas.htm

[2] Algo similar dice sobre Claudio Perna, cuando, a propósito de la acción del autocurrículo en el MoMa, lo reduce a un artista periférico ansioso por figurar en los centros de poder. (Ver: "El autocurrículo de Claudio Perna", en Arte social. Claudio Perna. GAN, agosto 2004).

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Ver también: /// Hacia una estética provisional V / Un epígrafe para el trabajo sobre el Grupo Provisional / Hacia una estética provisional IV / Hacia una estética provisional: algunos presupuestos teóricos y metodológicos  / Hacia una estética provisional III / Hacia una estética provisional II   /  Hacia una estética provisional I

1 comentario:

  1. Va una fe de errata: donde escribí: "Que diga que el Techo de la Ballena fue un fracaso (como si adjetivo significara algo)", debái decir: Que diga que el Techo de la Ballena fue un fracaso (como si predicado significara algo).

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