miércoles, 19 de diciembre de 2012

Hacia una estética provisional VIII

Lo que el Grupo hizo fue desmontar (¿deconstruir?) las reglas, las jerarquías y las legitimidades del campo del arte. Por lo menos jugó a desmontarlas. Claro que ese juego tuvo algunas consecuencias en el mundo real, sobre todo en las acciones realizadas en contextos comunitarios, como La fiesta del agua o La cama. En cambio, las acciones museísticas, como El Salón o Born in America, tuvieron muy pocos interlocutores. El caso de La tarja es excepcional, pues tocó algunas zonas sensibles del público especializado.

Pero las acciones del Grupo no trascendieron la decodificación del canon. Sus discursos no fueron tan radicales como parecían; mostraron todas las contradicciones del campo del arte, pero no quisieron transformarlo. Ello quizás porque, a diferencia del Techo de la Ballena, el Grupo sólo se enfrentó al circuito cerrado del arte, y no buscó denunciar u oponerse al poder gubernamental. No encontraremos en el Grupo obras como ¿Duerme usted señor presidente?, de Caupolicán Ovalles, ni imágenes como las del documentalismo fotográfico de los años ochenta, ni una pieza como Lamezuela de Deborah Castillo, que se plantean una crítica a la macropolítica, una crítica hacia fuera del arte. En cambio, la crítica del grupo se quedó en el espacio de la micropolítica. Es más, podría decirse que su crítica tuvo raíces posestructuralistas y etnográficas, porque intentó hacer visible los fundamentos, las posibilidades y los límites del arte contemporáneo como institución, pero desde el ejercicio del propio arte contemporáneo.

Las prácticas del Grupo se mantuvieron en un punto medio discursivo: ahí radica su provisionalidad. Sus discursos no se resolvieron en un manifiesto, ni en un tipo de acción particular y única, ni en una postura definitiva y homogénea frente a las cosas. No fueron radicales ni subversivos, a la manera de El Techo de la Ballena o la Escena Avanzada chilena, por ejemplo. En cambio, el Grupo jugó a entrar y salir de las instituciones del arte, interesadamente y con mucho sentido del humor, para develar sus límites y sus alcances, pero no para modificarlas.

El juego, la puesta en escena y la caricatura de algunos aparatos culturales de dominación fueron los recursos de aquella provisionalidad. No puedo dejar de compararla con la ética provisional de Descartes, ese resguardo de la moral para construir, en soledad, y una vez desplomada la vieja casa de la "opinión pública", la nueva morada racional de la razón. A veces creo que al Grupo le pasó algo similar: erigieron una estética provisional al resguardo del derrumbe de todas las disciplinas, incluyendo la estética, y a la espera de una nueva institucionalidad y de otra episteme para el arte.

La suya fue una estética del “mientras tanto y por si acaso”, como diría Cabrujas. También una estética como “zona de distensión”, que fue como se llamó una exposición de David Palacios del año 2002, para “poner en evidencia la permeabilidad de los límites simbólicos de los dispositivos en diálogo, y para eliminar la posible neutralización en la intermediación del saber”, al decir de Carmen Hernández.

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Ver también: ///// 
Hacia una estética provisional VII / Hacia una estética provisional VI / Hacia una estética provisional V / Un epígrafe para el trabajo sobre el Grupo Provisional / Hacia una estética provisional IV / Hacia una estética provisional: algunos presupuestos teóricos y metodológicos  / Hacia una estética provisional III / Hacia una estética provisional II   /  Hacia una estética provisional I

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